lunes, 6 de abril de 2009

Terminando el trabajo de historia...pensando en las vacaciones!
Imagínese la típica situación de dos desconocidos en un pequeño ascensor. Un silencio incómodo fluye en el ambiente. De repente, uno de los dos personajes dice una sola palabra: Miedo. ¡Qué efecto!

El individuo en cuestión podría haber dicho cualquier otra palabra y jamás hubiese conseguido causar semejante reacción en su interlocutor: la piel de gallina y los ojos abiertos, desorbitados. Primero, tras el impacto, inmóviles, mirando a un punto fijo, acto seguido moviéndolos a toda velocidad buscando una posible salida, un punto de fuga, una manera de huir de una simple palabra.

“Miedo” es una de las palabras más efectivas que existen. Con sólo mencionarla ya se transmite el sentimiento que quiere evocar. Miedo. La misma palabra ya asusta. Si el desconocido del ascensor hubiese dicho “felicidad”, la otra persona probablemente no hubiese reaccionado apenas, quizás hubiese pensado que el señor X vive en el mundo de Charly y la fábrica de chocolate, pero no se hubiese sentido contagiado.

Es por esta razón que me llamó la atención el libro que elegí para el trabajo de historia que tenemos que entregar mañana: Miedo Líquido de Zygmunt Bauman. Me impactó de tal manera el título que sentí curiosidad.


Tras documentarme brevemente acerca del escritor he sabido que este catedrático de sociología ha centrado el interés de sus investigaciones en la naturaleza de la modernidad y en las preocupaciones globales. Sin embargo, Bauman, no ofrece teorías o sistemas definitivos, se limita a describir nuestras contradicciones, las tensiones sociales y las existenciales que se generan en cualquier tipo de relación humana.

En Miedo Líquido hace precisamente eso, describe los miedos de la sociedad actual, sus causas y fundamentos históricos, sus posibles consecuencias y las invenciones del hombre para combatirlos, pero no tiene pretensión alguna de ejercer de gurú.

Aunque a Bauman se le considera un pensador “postmoderno” no comparte la noción clásica de modernidad versus postmodernidad y argumenta que los dos coexisten como dos lados de la misma moneda, usando los nuevos conceptos de modernidad "sólida" y "líquida".

La caracterización de la modernidad como un «tiempo líquido» da cuenta del tránsito de una modernidad «sólida» —estable, repetitiva— a una «líquida» —flexible, voluble— en la que los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente como para enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos. La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad de un mundo en el que todo fluye, como la desregulación, la liberalización de los mercados o incluso los miedos, que como expone Bauman en esta obra, se convierten en miedos globales como consecuencia de la globalización negativa (y única).

Según el propio Bauman cita en el libro, nos hemos convertido en ciudadanos “adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella”. El catedrático expone que los terrores son muchos y variados, reales e imaginarios que nos golpean en una sucesión constante. Agrupa las batallas en defensa de la vida humana en tres frentes: “contra las fuerzas superiores de la naturaleza, contra los puntos débiles innatos de nuestros cuerpos y contra los peligros que emanan de la agresión de otras personas”.

En general la obra es una crítica a la modernidad y a la globalización actual, causantes de muchos temores que no existían antes de su aparición en escena.

Desde mi punto de vista el libro está quizás escrito con una intención excesivamente alarmista. A lo largo de la obra el autor conciencia al lector de miedos que ni siquiera sabía que tenía y le hace ver la enorme dimensión que estos alcanzan. Sin embargo, en el último capítulo queda explicado tanto sensacionalismo al estipular que es necesario que las personas sepan a qué tienen miedo, a qué tienen que enfrentarse, para poder traspasar esos temores a una escala superior, sacarlos de la esfera individual y enfrentarse a ellos en colectividad.

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